Durante cuarenta y ocho horas estuvo tosiendo de manera consecutiva. Al principio le pareció que era alguna alergia a los perfumes de las personas que compartían con ella la ruta en el transporte público, así a la tercera hora de mantener el mismo ritmo decidió lavarse la nariz y aspirar vapor de agua para limpiar cualquier olor que le siguiera produciendo tos.
La tos continuó y decidió tomar drogas para eliminar los síntomas de la gripa, la idea de la alergia fue dejada a un lado y se convirtió en una gripa fuerte, que seguro también le contagiaron en la ruta del transporte público que debía tomar a diario y compartir con muchos desconocidos que, por supuesto, no conservaban los mismos hábitos higiénicos que ella. Esa noche no pudo dormir mucho, lo mismo le ocurrió a sus vecinos que la escuchaban moverse y toser continuamente. Al siguiente día la nariz ya le sangraba, entonces decidió ir a donde una de sus vecinas que vivía de hacer hechicería. La vecina le hizo un baño de yerbas, la obligó a pararse de cabeza, la incitó a masturbarse ya que el origen del hechizo era una brujería hecha mandada a hacer por un hombre que la deseaba. Este tipo de hechicería era ejecutado por una antigua enemiga que ella tuvo en sus comienzos y que vivía en otro pueblo, por lo menos a dos horas caminando - Se debe ir caminando siempre a visitar a las hechiceras, de esta manera la tierra observe cualquier mal energía que traiga el visitante y llega a donde la hechicera con el cuerpo más limpio.
Ante la insistencia de la hechicera debió preguntarle cuál era el sentido de practicar ese acto de adolescentes, el regaño de quien hacía el hechizo fue mayúsculo, sin embargo, después de haber maldecido a un número igualmente mayúsculo de muertos le explico.
- Mira mujer, eso que tienes solo da cuando se hace mal un embrujo. Ya te dije que los hace una enemiga propia que tengo. Mira mujer, el embrujo lo manda hacer un hombre, la bruja hace el hechizo y el hombre debe esperar una semana antes de ver a la mujer objeto de la hechicería.
... Si el hombre la ve antes, porque puede pasar y los hombres además de necios son afanados, entonces la bruja debe poner el nombre de la mujer a la que se le quiere hacer la vuelta en una olla con huecos. Luego, en esa olla debe hacer que recoge agua, así se limpia el mal que causo el hombre y no se daña el hechizo.
- Mira mujer, seguro que la bruja esa no hizo lo de la olla porque ella no sabe limpiar los malos hechizos.
- .. Le entiendo, pero y que tiene que ver la masturbada con eso?
- Mira mujer, deja que te guíe. Como es un hechizo de un hombre hay que darle al hechizo lo que quiere, y seguro ese hombre quiere es sexo contigo. Tù te masturbas y el hechizo recibe tus gotas de sexo, así se cierra y el hechizo, tú quedas tranquila y se te quita esa tos que tienes.
La mujer aceptó ejecutar el ejercicio. Le costó bastante lograr el orgasmo, un poco por la tos, otro porque la hechicera la miraba con morbo usando un espejo que había en la pared de enfrente. Aún así creyó sentirse mejor porque el calor y la concentración en su cuerpo la hicieron olvidar un poco el golpe continuo de sus pulmones y los músculos de su pecho, así como el ruido de la tos seca y absurda que la acompañaba desde la noche anterior.
Pagó donde la hechicera y se fue a su casa a darse un baño. Afortunadamente no debía ir al trabajo. Durmió por lo menos dos horas. Se sintió mejor, por recuperar el sueño y creer que no tosería más. La hechicera salió a comprar más drogas, drogas alucinógenas que combinaba con las yerbas para narcotizar a sus pacientes de modo que siempre durmieran o alucinaran un poco, así les hacía creer que realmente los había curado.
La tos continuó y una vecina más prudente le dijo que fueran al centro de salud que estaba cerca. La acompañó y la esperó hasta que tres horas después salieron del área de urgencias. Debió comprar muchos medicamentos, se hizo aplicar las inyecciones respectivas y se fueron las dos mujeres hacia la casa.
Una luna redonda las observaba caminar cansadas. No hablaron durante el trayecto y mantuvieron una tranquilidad de mentiras que suele dar la visita al médico. Parecían transparentes, escasamente la sombra las acompañaba, quizá sea mejor decir las perseguía con espantosa lentitud sobre el asfalto de la calle.
En la casa, ya de vuelta, la vecina estuvo con ella hablando de las formas de la ciudad, de los antiguos espacios que se perdían, de los nuevos, de una cosa y de otra, de otra cosa y de la misma. Se fue quedando dormida sin sentir la nariz porque los médicos le habían inyectado en la nariz un narcótico para que no sintiera el dolor, a la sorda que la acompañaba le dijeron que no le recordara la tos que le hablara de todo menos de su enfermedad.
En la hora cuarenta y ocho la mujer despertó, vio a la sorda dormida en la misma silla en la que se había sentado cuando volvieron del centro de salud. Se tocó el rostro y descubrió que estaba ahí, bien puesta, no sintió deseos de toser, claro que notó que la nariz estaba rasgada en las esquinas de las fosas nasales. Se levantó y descubrió gotas de sangre en el vestido de la sorda, decidió despertarla, ahora preocupada más por la sorda que por ella misma.
La sorda se despertó, apenas la reconoció se puso de rodillas a los pies de la mujer y la comenzó a venerar como se hace con las divinidades en las religiones. La hizo levantar y le preguntó por la sangre que tenía en el cuerpo y por la razón por la cual se había puesto de rodillas. La sorda, que regularmente no escuchaba mucho ahora la escuchaba menos, porque se empezó a oír el llanto de un niño que estaba en la cama.
-- Señora, señora usted parió a ese niño por la nariz! Es una santa.
Oscar Vargas Duarte
http://oscarvargasduarte.spaces.live.com
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