Dejo aquí mi noche para que tú le calles cualquier desvarío, ella es silenciosa, mimetiza sus gritos en los sonidos del viento que atraviesa sabanas y ríos. Déjala tranquila, no le alientes con canciones de cuna y tampoco te atrevas a asustarla con ruidos.
Dejo aquí mi noche mientras voy de calle en calle buscando la luz que escondí entre los brazos de una mujer antigua, milenaria y sedienta de voces. Yo la recuerdo de un tiempo en que todo estaba tan lejos que solo se veía uno con el vecino en los días de mercado, y también se que estuve con ella una noche de diciembre en que la guerra explotaba navíos mientras yo cabalgaba mi ingle sobre la suya.
La extraño y por eso la busco, no la amo, jamás esperó de mí el amor y no le ofreceré hacerla mi amada porque inmediatamente me odiaría. Con ella es lo que su corazón le pida, y si este solo quiere guerra de cuerpos sin higiene, pues sean mis babas con las suyas las que me alienten a buscar las grietas en sus piernas.
Ella sabe que abandono mis noches cuando la busco, reconoce en mí el miedo y sin embargo me mira como si fuese el más valiente de los soldados. Hubo un tiempo en que me mantuvo herido en su cuarto, dejaba para mí todo preparado por si su ausencia era larga y al volver consentía mi cuerpo, blando cuerpo que el gusano de la muerte marchita.
Dejo aquí mi noche para que tú le calles cualquier desvarío. Me voy a donde las putas a encontrar aquella que supo comprender que en lo que otros llaman perdición ella entrega ternura y resistencia para que los solitarios como yo puedan dejar su noche roncando tranquila mientras nadie la cuida.
Oscar Vargas Duarte
http://oscarvargasduarte.spaces.live.com
Dejo aquí mi noche mientras voy de calle en calle buscando la luz que escondí entre los brazos de una mujer antigua, milenaria y sedienta de voces. Yo la recuerdo de un tiempo en que todo estaba tan lejos que solo se veía uno con el vecino en los días de mercado, y también se que estuve con ella una noche de diciembre en que la guerra explotaba navíos mientras yo cabalgaba mi ingle sobre la suya.
La extraño y por eso la busco, no la amo, jamás esperó de mí el amor y no le ofreceré hacerla mi amada porque inmediatamente me odiaría. Con ella es lo que su corazón le pida, y si este solo quiere guerra de cuerpos sin higiene, pues sean mis babas con las suyas las que me alienten a buscar las grietas en sus piernas.
Ella sabe que abandono mis noches cuando la busco, reconoce en mí el miedo y sin embargo me mira como si fuese el más valiente de los soldados. Hubo un tiempo en que me mantuvo herido en su cuarto, dejaba para mí todo preparado por si su ausencia era larga y al volver consentía mi cuerpo, blando cuerpo que el gusano de la muerte marchita.
Dejo aquí mi noche para que tú le calles cualquier desvarío. Me voy a donde las putas a encontrar aquella que supo comprender que en lo que otros llaman perdición ella entrega ternura y resistencia para que los solitarios como yo puedan dejar su noche roncando tranquila mientras nadie la cuida.
Oscar Vargas Duarte
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